En el Parque de las Colectividades hay muy pocos árboles. Pasando por allí fui testigo de una colorada junta de practicantes de alguna disciplina manifiestamente oriental, muy posiblemente tai chi, que llegaron y pasaron a lo suyo en un sitio fresco, de los pocos que un mediodía de otoño anormalmente caluroso permite. A pocos metros, un ser a medio camino entre humano y lagarto, hembra, de avanzada edad, asaba su piel al ultravioleta…